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Juan Vicente I «El Melancólico»

28/02/2012

…posee un gran sentido de la rectitud, un gran fondo de equidad, es muy religioso, tiene un gran miedo al diablo, carece de vicios y no los permite en los que le rodean…
¿De quién hablamos? ¿De Juan Vicente Herrera? Estas rotundas palabras las pronunció o las escribió, – yo no estaba presente para atestiguarlo – Louis de Rouvroy, Duque de Saint-Simon en el siglo XVIII. La referencia no la realizó sobre Herrera ya que la posibilidad del viaje en el tiempo a raíz del asunto de los neutrinos está tristemente descartada. Hablaba de Fernando V, (1683-1746) Rey de España durante 45 años, con gran poder en su tiempo y el germinador de la Administración en España con sus Decretos de Nueva Planta a partir de 1707.
Pero Fernando V fue conocido por El Animoso, o el Melancólico.
¿Tienen estos pro-hombres vidas paralelas? ¿No es cierto que últimamente que a nuestro presidente se le ve melancólico?¿Qué es de aquella energía y empuje que llevaba poner a todo el mundo en su sitio y a iniciar nuevas actividades?¿Qué es de aquel liderazgo carismático?¿De aquel saludo y palabra amable a todo el mundo con el que se cruzaba?
Se ha tornado en un gesto displicente. En una mirada perdida. En unas apariciones parlamentarias apresuradas y mal encaradas al mínimo rebate del contrario.
De aquel lider de su ejecutivo se ha pasado a un liderazgo de tipo paternalista. Para ejemplo la última ley de medidas que mañana se aprobará en las Cortes. Funcionarios: 37,5 horas, hasta las 6 de la tarde y ojo con el complemento por IT. Al cabo de unos días: no soy tan malo, cuido de mis cachorrillos… El incremento horario os lo pongo con fecha de caducidad (economia mediante), hasta las 7 y la complementación menos exigente. Todo ello por una negociación que no le era en absoluto necesaria pues tenía todo el apoyo social en estas medidas. ¿Decisión racional?¿Estaban estudiadas y cuantificadas las medidas como las mejores opciones a elegir? Lo dudo. No voy a negar que resultan mejor para los empleados públicos, lo que no se llega a entender es la facilidad con la que se modifican medidas que a tenor del ejecutivo son «fundamentales para el mantenimento de los servicios esenciales«… Ya nos hemos aprendido la coletilla.
Pero sigamos con el sindrome del apesadumbramiento o de la saudade. Juanvi ya no es el mismo… Traigo a colación una referencia de la wikipedia sobre el monarca Borbón:
Cabe destacar que, si bien Felipe V tenía un poder absoluto, nunca gobernó como tal. La enfermedad que padecía desde la adolescencia y que provocaba en el rey ataques transitorios de depresión (Isabel de Farnesio pretendió curar la melancolía del Rey con el canto del castrati Farinelli) impidió que Felipe V pudiera cumplir regularmente con sus tareas de gobierno. Por ello, el verdadero poder lo ejercieron sus primeros ministros, algunos cortesanos como la princesa de los Ursinos y posteriormente su segunda mujer, Isabel de Farnesio, con la que se había casado en 1714.
Poder absoluto… Sin duda. Y trasladando y acotando esa «enfermedad» al periodo actual… ¿No ha faltado a alguna cita importante – celebración Constitución-?¿No ejercen el verdadero poder Pilar del Olmo-Farnesio y Juárez? Por otro lado este blogger no es consciente de que en el Colegio de la Asunción se haya contratado ningún castrati para curación del Presidente.
Quizás, en ese momento cuando se pone la tarde y el edificio presidencial está en calma; cuando el vigilante de seguridad ya mirá de reojo su reloj para irse para casa; cuando los teléfonos ya no rinrinean incansables y en la bandeja de entrada del correo están todos los mensajes leídos; cuando su secretaria de confianza le dice con cierta ternura «hasta mañana» y cierra su puerta con sigilo; cuando el Presidente se torna en hombre… Pues en ese momento de absoluta intimidad se puede oir la música de Joaquín Sabina que sale suavemente del despacho de Juanvi…

Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.

Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.

From → Consejeribles

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